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“LAS ISLAS DE LA MEMORIA”, DEL ESCULTOR JEAN ANGUERA, EN VALENCIA

·Del 19 de octubre al 19 de noviembre, en la Sala de Exposiciones de Ibercaja
(VALENCIA, 18 OCTUBRE). - Del 19 de octubre al 19 de noviembre, la Sala de Exposiciones de Ibercaja (Avda. Barón de Cárcer, 17) acoge la muestra del artista francés Jean Anguera. Bajo el título “Las Islas de la Memoria” el escultor presenta una serie de piezas que en su mayoría son esculturas. La obra está realizada bajo una unidad temática: la figura del ser humano y los sentimientos cambiantes que le rodean a lo largo de su vida.

“El escultor... nostalgia”, “Mujer tendida... isla”, “El camino a partir del hombre que anda I”, “El cuerpo atravesado IX”, son algunas de las obras que el visitante puede encontrar en la muestra. En todas ellas, el ser humano es una fuente de inspiración, un soporte creativo que se funde en sus esculturas y dibujos.

Jean Anguera nació en París en 1953. Desde 1971 hasta 1978 cursó estudios de arquitectura y, desde 1973, frecuenta el taller del escultor César, en la Escuela Nacional de Bellas Artes de París. Anguera es un artista que trabaja, con compromiso, cuyo dibujo propicia el proceso creativo y lo fundamenta. Un dibujo de afinada sensibilidad, donde se ubica la desnudez, tras un bosque de trozos, de líneas. Un dibujante con sintaxis propia, que esconde sus figuras en el fondo de espejos negros o festonea de azogue esos espejos, para que las sombras se llenen de claridad, para conseguir una cartografía de sueños y realidades, que perfila una nueva realidad, un foco de sol en la niebla.

Anguero habla del “territorio del sueño”, de cómo se confunde la “realidad interior” con el “paisaje exterior”, matizando: “... Sin embargo, se trata, con certeza, de un mismo paisaje en el cual se sumerge sin interrupción nuestro cuerpo. La escultura viene allí, reflejada en la epidermis, en ese lugar permeable y de una luz débil, donde el aviso emerge del sueño, donde el paisaje se separa de nuestro cuerpo”.

Para este artista, “el paisaje es el que gira en nuestro derredor y en nosotros, aquel en el que se aprecia el sueño y lo advierte en cado uno de nuestros desplazamientos” .

Para Tomás Paredes, prologuista del catálogo de la exposición, “muchas de las piezas que conforman el mundo plástico angueriano tienen un mucho de nidos en los que se deposita la idea y en los que germinan al color del sentimiento y medran con el pensamiento que se expande en la forma. Nidos y protuberancias telúricas, que liberan energía en referencias ascensionales”.

Tomás Paredes afirma que la obra que se recoge en esta exposición de Anguera: “No son paisajes, no son cuerpos y rastros concretos, no son caprichos formales, son cantos esculpidos, que no se empeñan ni en la fealdad ni en la belleza, sino en una expresión magicista, sobria, ebria de soledad, híbrida de silencio y levedad; en el misterio de lo que es y no acaba de descubrirse, creando un idiolecto que trasluce o su autor, que identifica una actitud, huellas de una vida”.

Como manifiesta Tomás Paredes en las primeras páginas del catálogo, esta exposición recoge una obra poco difundida en España, si no es una breve exposición en Zaragoza, “Caminos inversos, 1995”, y otra en la Fundación Guinovart al año siguiente.

En sus dieciséis exposiciones individuales, la escultura de Anguera, según palabras de Tomás Paredes “se ha desarrollado, germinado, como lo hace un razonamiento lógico que, en determinado momento, salta al lugar del pensamiento mágico, superados los mecanismos de la razón, abriéndose camino en lo oscuridad, en busca del lugar, como una razón de vida, de ser, esto la justifica, la distingue y la salva. Como una llamarada de luz en el seno de la niebla”.