(VALENCIA, 22 NOVIEMBRE). - Del 23 de noviembre al 23 de diciembre, la Sala de Exposiciones de Ibercaja (Avda. Barón de Cárcer, 17) acoge la muestra del pintor Vìctor Gómez Heras. Bajo el título “El rostro y las manos” este artista presenta una amplia serie realizada en óleo sobre lienzo. La obra está plasmada bajo una unidad temática: el aislamiento del hombre por su condición humana y por su sexualidad, un buen ejemplo, son los cuadros “El pequeño dios nº 2” y “El drama de Eva”.
“Habitando espacios: el drama de Eva”, “El pequeño dios nº 1”, “Habitando espacios: parar y mirar”, “El rostro y las manos nº 2”, son otras de las obras que el visitante puede encontrar en la muestra. En todas ellas, el ser humano es una fuente de inspiración, un soporte creativo que se funde en sus lienzos.
En las tres primeras páginas del catálogo de “El rostro y las manos”, Antonio Linde Otí, prologuista del mismo sintetiza brevemente aspectos que definen la obra del artista y que el espectador puede contemplar en su visita. Antonio Linde comienza su prólogo, “Cuerpos de luz baja” con la explicación de del por qué el artista trata su propia figura como motivo de la mayoría de los cuadros. Para Antonio Linde, “Víctor Gómez trabaja su cuerpo instalándolo en un espacio alejado del yo. Allí, ese cuerpo que no dirige la mirada al espectador está en espera rumiando la soledad de la estancia cerrada que se le ha adjudicado. Es un cuerpo esclavo de la labor introspectiva del pintor”.
Según Antonio Linde, “El tema del desnudo tiene como base la sexualidad, la condición sexual del hombre como carga, no se trata de una obra erótica ni de una obra con intereses naturalistas, escatológicos, pornográficos u otros que han venido, en la historia de las artes, ligados a la práctica de la representación del cuerpo humano.
Pueden plantearse dos visiones en la obra de Víctor Gómez, según Antonio Linde: “El uso de la materia puede recordarnos el trabajo de pintores que le han influido grandemente, como es el caso de Lucian Freud, aunque las diferencias sean considerables.
Víctor Gómez plasma seres humanos en sus vicisitudes vitales y consigue hablar de manera particular del tiempo, gracias a una pintura lenta que gana en el transcurso de su trabajo la capacidad de decir. Quizá el mayor alarde técnico y creativo sea conseguir armonizar una delicadeza en el modo de disponer la pintura, y la inquietud y el desasosiego que no son ocultados.