Así, “el médico de los niños”, llamaban en España a Mariano Benavente, considerado el fundador de la Pediatría como especialidad médica en nuestro país, pues dedicó toda su vida a la Medicina Infantil.
Cuando en 1877 Alfonso XII inauguró en Madrid el Hospital del Niño Jesús, Benavente fue nombrado su director-decano. Su muerte produjo una gran consternación popular. Por suscripción pública se le erigió un monumento en el parque del Retiro en cuyo pedestal original constaba un conocido aforismo suyo: “Medicación sencilla y amor materno devuelven la salud al niño enfermo”.
Hoy domingo, cuando los niños españoles pueden salir a dar un paseo tras mes y medio de confinamiento en sus hogares, hemos querido recordar a este pionero de la Pediatría, cuyo hijo Jacinto recibió el premio Nobel de Literatura en 1922.
Nació en el seno de una familia humilde. Obtuvo el grado de bachiller en Filosofía en el colegio de San Fulgencio de su ciudad natal. Escaso en recursos económicos trabajó como ayudante en una oficina de farmacia durante dos años. No deseando seguir el rumbo que le sugerían sus padres, la carrera eclesiástica, marchó a Madrid, donde con muchas dificultades y penurias consiguió primero el título de cirujano y más tarde, en 1845, el de médico.
Como necesitaba mejorar su situación económica, se incorporó de forma inmediata al ejercicio de la medicina. Lo hizo en el medio rural, concretamente en Villarejo de Salvanés (Madrid), donde permaneció hasta 1856. Regresó a Madrid e ingresó por oposición en el cuerpo médico de la Beneficencia Provincial de la capital siendo destinado a la Inclusa y al colegio de La Paz. Inmediatamente a continuación obtiene el grado de doctor (1857).
Su trabajo en la Inclusa y en el colegio de La Paz decidió definitivamente su futuro: dedicarse a la Medicina Infantil, a la asistencia casi exclusiva de los niños.
Ello le llevó a ser llamado por todos “el médico de los niños”. Fue el primer médico, en España, en señalar que la asistencia médica de los niños era un quehacer especial, bien distinto del que llevaban a cabo los médicos generales. Fue, realmente, el fundador de la Pediatría como especialidad médica en España. Sus ideas fueron compartidas, y muy pronto siguieron su camino un nutrido grupo de colegas; entre ellos, su propio hijo Avelino.
Su prestigio clínico fue enorme y su condición de impulsor de la Pediatría como especialidad fue tan reconocida que, cuando en 1877 se inauguró por Alfonso XII el Hospital del Niño Jesús, en Madrid, y confiada su organización a la duquesa de Santoña, Benavente fue nombrado director-decano del mismo.
Antes y después de esas fechas, Benavente desarrolló una intensa labor como publicista. En El Siglo Médico primero, del que fue uno de sus redactores, y en la Revista de Enfermedades de los Niños, que él mismo fundara, encontró los espacios adecuados para expresar sus ideas e inquietudes. Dedicó numerosos artículos a los problemas clínicos del momento: tuberculosis, sífilis, rabia, erisipela y lactancia, entre otros. Aprovechaba sus presentaciones para insistir en una de sus grandes preocupaciones. La de que los niños, y también los adultos, debían ser tratados médicamente del modo más simple posible: “[...] usaba mucho de la higiene, escaseaba el medicamento todo lo posible y cuidaba de no emplear varios a la vez”, dirá de él su biógrafo A. Pulido. Un ejemplo de esta actitud se encuentra plasmado en la que tal vez fue su última publicación, “La erisipela en el Colegio de La Paz de Madrid”. Refiere que todas sus enfermas fueron tratadas con arroz, tisanas, almidón y poco más, bien acorde ello con su famoso postulado en el que ensalza la medicación sencilla. En escritos varios se dedicó también a combatir las supercherías populares de la época, como las que se referían a la existencia de días aciagos o del número 13; buen ejemplo es su artículo “Teta y Gloria” publicado en el primer número de La Madre y el Niño, revista de higiene y educación, fundada bajo sus auspicios.
En 1883, siendo director de la Inclusa y del Hospital del Niño Jesús, fue nombrado académico numerario de la Real Academia de Medicina. Hay constancia de su activa y asidua participación en sus sesiones académicas e igualmente en la de la Sociedad Española de Higiene de la que fue su vicepresidente.
Falleció a los sesenta y ocho años. El sentimiento popular que produjo su desaparición fue enorme.
Abierta una suscripción popular, pronto se consiguieron los fondos suficientes para erigir una estatua que perpetuara su recuerdo. Fue realizada por el escultor Ramón Subirat y Codorniu e instalada en el Parterre del parque de El Retiro madrileño. Ahí puede ser contemplada hoy en día. Es una lástima que el pedestal original haya sido sustituido por otro irrelevante.
En el primitivo figuraba un aforismo suyo que se hizo famoso: “Medicación sencilla y amor materno devuelven la salud al niño enfermo”. Con todo, “[...] el crear las especialidades sobre firmes bases son los mejores títulos que el Dr. Mariano Benavente puede ostentar para pasar a la posteridad”. Esto decía Espina y Capo, que lo conoció muy bien.
Fue padre del insigne dramaturgo Jacinto Benavente Martínez, Premio Nobel de Literatura en 1922.
Enrique Casado de Frías
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