Lerma (Burgos), 1760 – Madrid, 2.IV.1828
Muchos negocios están teniendo serios problemas para seguir adelante durante la crisis asociada al COVID-19, algunos han tenido que cerrar y otros tantos están en la cuerda floja. Algo similar le ocurrió a María de las Nieves Álvarez.
La burgalesa se casó con Livinio Stuyck, quien, en 1786, heredó y se puso al frente de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Tras la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la Real Fábrica se empezaron a notar los efectos de la crisis; una crisis que fue aún mayor cuando Livinio falleció en 1817.
Fue entonces cuando María de las Nieves decidió solicitar a Fernando VII dirigir personalmente la fábrica de tapices, pese a que su hijo mayor, Gabino, estaba plenamente capacitado para llevar el negocio. Los años siguientes fueron complicados, con una reducción a la mitad de la asignación real; María de las Nieves, pese a todo, consiguió mantener el negocio a flote, como, esperamos que logre la gran mayoría de emprendedores españoles.
María de las Nieves era hija de Julián Álvarez y de Agustina Páramo. A los veintiséis años se casó con Livinio Stuyck, heredero de la fortuna de sus tíos abuelos, los Vandergoten, directores de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara (1721). En 1786, al morir su tío Cornelio Vandergoten, una Real Orden convirtió a Livinio en director de dicha Real Fábrica.
El matrimonio se había concertado con anterioridad y Livinio dotó a su futura esposa con cien mil reales. Fue una unión feliz, un ejemplo de familia acomodada de la incipiente burguesía madrileña; en los quince años siguientes la pareja tuvo ocho hijos, de los que dos mujeres, María Ana y Antonia, y cuatro varones, Gabino, Juan, Livinio y José, llegaron a la edad adulta.
Bajo la dirección de Livinio la Real Fábrica se convirtió en próspero negocio y las ganancias fueron invertidas en fincas rústicas e inmuebles repartidos por Madrid. Con habilidad y diplomacia consiguió para sus hijos cargos en el Real Oficio de Tapicería y para su esposa, María de las Nieves, la pensión que anteriormente disfrutara la viuda de su tío Cornelio. La familia Stuyck adquirió preciosos muebles y enseres con los que vistió la rústica casa que sus antepasados tenían en la Fábrica de Tapices. María de las Nieves disfrutó de bellos vestidos, joyas y carruajes y durante años vio transcurrir su plácida existencia en un ambiente de confort, sólo alterado por el matrimonio desigual de su hijo mayor, Gabino, con Mariana Martínez, a la que Livinio se negó a conocer. María de las Nieves compaginaba su labor de madre de familia con las actividades públicas que le imponían los cargos de su marido, nombrado primero alcalde de la Santa y Real Hermandad de Labradores y Hombres Buenos de la Villa y, poco después, alcalde de barrio.
El matrimonio mantenía estrechas relaciones con el Hospital de San Andrés de los Flamencos, de cuya Real Diputación formaba parte Livinio.
La tranquilidad de María de las Nieves se vio rota por el drama de la invasión francesa de 1808. En un primer momento, los Stuyck permanecieron en su domicilio manteniendo activa la Fábrica de Tapices, situada extramuros, pero tras la rendición de Madrid a finales de año buscaron refugio en la ciudad. A su vuelta comprobaron los destrozos que la soldadesca de Napoleón había causado en su hogar y en su negocio.
Livinio se quejó ante el Rey intruso y consiguió que José Bonaparte le asignara doce mil reales de vellón mensuales para que la Real Fábrica, de la que dependían muchas familias, siguiera funcionando. Durante la guerra murió uno de los hijos, Juan Stuyck, coronel de Dragones, que dejó viuda, Francisca Llovet, y un niño de corta edad. En abril de 1813, María de la Nieves tuvo que vivir también la angustia de ver cómo encarcelaban a su marido, acusado de colaborar con el Empecinado y el cura Merino, dos de los guerrilleros más temidos por el invasor. El 24 de junio, tras la derrota de los Arapiles, los franceses abandonaron Madrid y Livinio escapó de una represalia segura.
Sus padecimientos le servirían para obtener de Fernando VII ayuda económica y nombramientos para sus hijos en la nueva organización de Palacio.
Después de cinco años de una guerra brutal, la Real Fábrica de Tapices empezó a acusar los efectos de la precaria economía nacional. En 1817, cuando murió Livinio Stuyck a los sesenta y tres años, la industria familiar se encontraba en situación económica comprometida.
A los pocos días de enviudar, María de las Nieves pidió audiencia a Fernando VII para hacerle una insólita petición: aunque su hijo mayor, Gabino, estaba plenamente capacitado para llevar el negocio, ella deseaba dirigir personalmente la Real Fábrica de Tapices. El monarca accedió y por Real Orden de 13 de julio María de la Nieves Álvarez fue nombrada directora de una de las industrias madrileñas más importantes del momento. Para cualquier persona inteligente y con capacidad de trabajo la tarea era abrumadora; para la burguesa María de las Nieves, que ya había dejado transcurrir cincuenta y siete años de su vida sin salirse de las normas marcadas por la tradición y la sociedad, bajo la férrea tutela de su enérgico esposo, era todo un desafío.
Los años siguientes fueron muy difíciles para María de las Nieves, que tuvo que proponer a la Corona que la asignación mensual que el Rey destinaba a la fábrica, a cuenta de futuros encargos, fuera rebajada a la mitad. A cambio rogaba que le permitieran atender encargos particulares. Su vida familiar se vio ensombrecida por el acoso económico al que la sometía Manuel Alejo Gómez Meneses, marido de su hija María Ana. Gabino, su primogénito, fue el gran consuelo de los últimos años de María de las Nieves, incluso se trasladó con su familia a la casa materna y fue el amigo y compañero que ésta necesitaba. María de las Nieves le asignó un sueldo de seis mil reales anuales y la manutención para él y su familia, si vivían bajo su techo, y doce mil reales en caso contrario. En un memorial fechado en 1728 María de las Nieves recordaba al monarca que su hijo mayor estaba plenamente capacitado para dirigir la fábrica, cosa que venía haciendo desde que su salud empezó a declinar.
El 2 de abril de 1828 María de las Nieves, gravemente enferma, otorgó testamento a favor de sus hijos: Gabino, María Ana, Antonia, Livinio y José.
También incluía a su nieto Juan, que era menor de edad, y dejaba alguna manda para sus hermanos, Vicenta, Nicolás y Julián, sobrinos y sirvientes. En el documento hay palabras de agradecimiento y cariño para Gabino por su trabajo, sacrificio y generosidad.
Florentina y Benicia Vidal Galache
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