Castellote (Teruel), 1849 – Barbastro (Huesca), 1.VI.1920
En estos días en los que las bicicletas recuperan su espacio en las calles queremos recordar la figura de Manuel Ricol Giner, pionero del ciclismo español, que fue considerado por sus propios coetáneos como “padre de nuestro velocipedismo” por su dedicación a la promoción de dicho deporte.
Subido a un biciclo alto y ligero denominado Jirafa, con el cual frecuentaba los paseos del Prado y Castellana, llamó tanto la atención, que la chiquillería y las gentes supersticiosas, le tomaban por “diablo de viaje” o por “brujo, precursor de pestes y calamidades”, saludando invariablemente su paso con una buena salva de improperios y pedradas.
Hijo de Manuel Ricol y de Miguela Giner, una familia humilde, pronto abandonó el hogar paterno en busca de medios de subsistencia. Así, en 1863, a los catorce años, se hallaba en Zaragoza trabajando de oficial de relojero para el señor Clovis Feunet, de Besançon.
Trasladado a Barbastro en 1866, comenzó a fabricar un velocípedo de madera similar a otro que había contemplado en 1863 en una representación teatral, si bien le fue imposible echarlo a andar por lo pesado e inmanejable que resultaba. Seis años después, a instancias del señor Clovis, se asentó en Madrid, trabajando para varios relojeros de la capital.
Adquirió entonces un biciclo con el cual frecuentaba los paseos del Prado y Castellana. Más tarde se hizo con uno muy alto y ligero denominado Jirafa, con el que llamó tanto la atención, que la chiquillería y las gentes supersticiosas, le tomaban por “diablo de viaje” o por “brujo, precursor de pestes y calamidades”, saludando invariablemente su paso con una buena salva de improperios y pedradas.
Promotor del velocipedismo en la capital del Reino, continuó su labor difusora en Barbastro, localidad en la que se domicilió en 1877. A su vivienda llegaban cartas de toda España, encargándole biciclos y pidiéndole consejo sobre las particularidades del nuevo sport. Fruto de sus desvelos en pro del mismo fue el nombramiento, en 1886, como socio honorario de la Sociedad de Velocipedistas de Madrid “por los grandes servicios prestados al sport velocipédico español”, reconocimiento al que luego se sumarían no pocos clubes nacionales.
Organizador de numerosas pruebas ciclistas en Zaragoza, Lérida, Madrid, Huesca, Barbastro y otras localidades, Ricol compaginó su trabajo como relojero con el ciclismo y la vida familiar. Casado, tuvo tres hijos, una niña y dos niños, si bien sufrió la desgracia de perder prematuramente a uno de ellos, en 1890.
Dejando a un lado sus dotes como organizador, fue cicloturista activo y el primer plusmarquista del ciclismo español, estableciendo en 1888 la de doce horas sobre carretera (152 kilómetros 790 metros), sin transitar en dos ocasiones por el mismo sitio, siguiendo el Reglamento de récords de la Sociedad de Velocipedistas de Madrid, aprobado el 15 de diciembre de 1885. Al año siguiente, la de veinticuatro horas (253 kilómetros 700 metros), y, en 1890, la de 100 kilómetros que llevó a cabo en 5 h 48’.
En 1896 fue socio fundador de la Unión Velocipédica Española (UVE), antecedente de la Federación Española de Ciclismo. Por aquel tiempo, y teniendo en cuenta su honradez y generosidad, sus convecinos de Barbastro tuvieron a bien otorgarle una concejalía en el ayuntamiento de la localidad, si bien abandonó pronto el cargo para poder dedicarle más tiempo al velocipedismo.
En 1913 fue homenajeado por las Sociedades Ciclistas de Barcelona, ciudad a la que viajó con sus sesenta y seis años en bicicleta desde Barbastro, y, en 1917, visitó de nuevo la ciudad condal, recibiendo los honores del Sport Ciclista Catalá.
Este pionero del ciclismo español, que fue considerado por sus propios coetáneos como “padre de nuestro velocipedismo” por su dedicación a la promoción de dicho deporte, falleció en la ciudad oscense donde residía el 1 de junio de 1920.
José Antonio Díaz Sáez
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