Este médico y catedrático valenciano fue pionero de una especialidad naciente en algunos países como era la gerontología. En el Hospital Clínico de Valencia, montó un consultorio de geriatría y fue el creador en 1948 de la Sociedad Española de Gerontología, siendo además su impulsor en Europa.
Defendía, como también lo hizo Marañón, que los análisis de laboratorio y la radiología eran solo técnicas complementarias para el diagnóstico, que nunca podrían sustituir a la relación del médico con el paciente a través de la historia clínica y la exploración.
Sirva su ejemplo como homenaje a tantos sanitarios que hoy se desviven por nuestros mayores, sin duda el grupo más afectado por la pandemia del COVID-19.
Cursó sus estudios en la Facultad de Medicina, habiendo sido alumno interno por oposición. Obtuvo la licenciatura y después el grado de doctor con la tesis Metabolimetría de la gestación, en ambas ocasiones con la calificación de sobresaliente. En 1919 ingresó, por oposición, como médico interno de la Beneficencia Municipal, y en 1921 fue nombrado médico del Dispensario Antituberculoso de la Junta Municipal, y por oposición accedió a la categoría de profesor auxiliar de patología general de la Facultad de Medicina de Valencia. En 1930 ganó la cátedra de patología general de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, y al año siguiente se trasladó a la cátedra de Patología y Clínica Médica de la Facultad de Medicina de Valencia.
Fue además de un gran docente, un magnífico internista muy reconocido por ser un gran semiólogo.
Claro defensor de la historia clínica y la exploración rigurosa del paciente, alertó sobre los riesgos de depender en exceso de las técnicas complementarias, en concreto las que se imponían en esos años como eran los análisis de laboratorio y la radiología. Aun aceptando la revolución que tales métodos exploratorios suponían para hacer el diagnóstico, defendió la imposibilidad de indicarlos sin antes haber profundizado en la relación con el paciente a través de la historia clínica y la exploración, tratando de buscar un equilibrio entre ambas tendencias. Transmitía, como Marañón, que la técnica no era más que un instrumento, que lo que hacía era engrandecer el arte de ser médico. Creó una importante escuela de internistas algunos de los cuales alcanzaron la máxima categoría universitaria. Entre ellos destacan Rafael Báguena Candela, José Báguena Candela, Alfonso González Cruz, Vicente Sorribes Santamaría, Vicente Tormo Alonso y Jerónimo Forteza Boveu.
Trabajó en todos los campos de la medicina interna, sobre todo en patología pulmonar, aunque a partir de mediados de la década de los años cuarenta dedicó sus esfuerzos a una especialidad naciente en algunos países como era la gerontología. Fue pionero en España, donde montó un consultorio de geriatría en el Hospital Clínico de Valencia. Fue el creador de la Sociedad Española de Gerontología en el año 1948, siendo además su impulsor en Europa. Entre sus publicaciones destacan, además de las de revistas sobre temas varios, sus capítulos de aparato digestivo en el Manual de Medicina Interna de Misael Bañuelos, y sus libros Lecciones de Geriatría: enfermedades de la vejez y Medicina Interna de Urgencia, en dos volúmenes, todos ellos de gran aceptación entre los generalistas y especialistas.
Fue presidente de la Sociedad Española de Gerontología, decano de la Facultad de Medicina de Valencia, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y medalla de la Asociación Internacional de Gerontología. En 1946 ingresó como académico de número en la Real Academia de Medicina de Valencia con el discurso Arte Médico. Ensayo sobre la sistematización del pensamiento clínico.
Manuel Díaz-Rubio García
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