Tuéjar (Valencia), 1888 – Madrid, 1965
Durante los días finales de mayo y los primeros de junio suele celebrarse uno de los acontecimientos anuales más importantes de las letras: la Feria del Libro de Madrid. Este año, con motivo de los momentos excepcionales que vivimos, ha tenido que trasladarse al mes de octubre.
Esta feria tiene una larga historia, pues ya cuenta con 78 ediciones. La primera se celebró en el año 1933 y tuvo en Manuel Aguilar Muñoz, el conocido editor, a uno de sus principales impulsores. Aguilar junto a otros personajes importantes de la edición y las librerías del momento, como Arturo Ruiz-Castillo, pusieron en marcha este proyecto que, con la Guerra Civil, tuvo que suspenderse. Años después, el proyecto se reanudó viajando por diferentes ciudades de la geografía española hasta que fueron surgiendo otras ferias a imitación de la de Madrid, quedando la de la capital como la más importante de todas ellas.
El valenciano Manuel Aguilar se inició en el mundo del libro siendo aún un niño, cuando a finales del siglo XIX entró a trabajar como “chico para todo” en la editorial Sempere, de Valencia, de la que era copropietario y director el escritor Vicente Blasco Ibáñez.
En 1911, empezó a trabajar para la casa francesa Michaud, como corrector de las obras en español que esta editorial publicaba para Hispanoamérica. Contratado para Michaud por el escritor Manuel Ciges Aparicio, a la sazón director de las traducciones para el mundo hispanohablante, enseguida fue nombrado representante de un consorcio de varias editoriales francesas creado para potenciar las ventas en suelo americano. Allí, Manuel Aguilar entabló importantes relaciones que, posteriormente, cuando creó su propia casa editorial, fueron uno de sus principales activos.
En 1914, con sólo veinticinco años, pasa a dirigir la recién creada Sociedad General Española de Librería (SGEL), entonces filial española de la casa francesa Hachette, cargo que desempeñó hasta 1923, año en que creó su propia editorial, Manuel Aguilar Editor.
En poco tiempo, Aguilar se convirtió en uno de los editores con mayor proyección, con una extensa red de comercialización en América. Fue, además, uno de los promotores de la primera Feria del Libro, celebrada en Madrid en 1933. Sin embargo, la Guerra Civil vino a truncar radicalmente esa prosperidad. Aguilar, que permaneció en Madrid y llegó a estar detenido en una checa, vio cómo su editorial era incautada, y cómo, tras el conflicto, sus almacenes habían quedado completamente vacíos. No obstante, tal y como contó el propio Aguilar en sus memorias, lejos de arredrarse, él y su esposa, Rebeca, decidieron comenzar otra vez a partir de la nada. Trabajando prácticamente solos durante los primeros años de la posguerra y enfrentándose a las precarias circunstancias del momento —la férrea censura, el exilio de gran parte de los intelectuales españoles, la escasez de papel y la obsoleta maquinaria—, Aguilar consiguió volver a poner en pie el negocio, relanzando en un primer momento sólo las colecciones más conocidas de la época anterior, Obras Eternas y Joya, y creando otras nuevas a partir de los años cuarenta, como la famosa colección Crisol, libros encuadernados en piel de formato muy pequeño, y la colección Ciencia y Técnica.
Consolidado de nuevo el negocio, Aguilar recuperó su extensa red comercial en América, donde fundó filiales en varios países, y llegó a tener tres librerías en el centro de Madrid, además de participaciones en industrias papeleras y otras empresas de artes gráficas.
A su muerte en 1965, le sucedió en la dirección su sobrino Manuel Aguilar. Sin embargo, en los años ochenta, la tradicional casa Aguilar no resistió las nuevas exigencias y formas del mercado editorial español y fue vendida al grupo Santillana.
Mariano Serrano Pascual
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