Murcia, 29.I.1790 – Murcia, 20.VIII.1862
Las fiebres tercianas y cuartanas aniquilaban periódicamente a la población. Se les denominaba así porque, después de tres o cuatro días tras los que el enfermo parecía sanado, volvía la fiebre, el sudor y el escalofrío. En el siglo XIX, y como consecuencia de la investigación científica, estas fiebres pasaron a llamarse paludismo y malaria. Se sabía ya de su transmisión a través de la picadura de determinados mosquitos.
El epidemiólogo e higienista Juan Alix Martínez contribuyó con sus publicaciones a la investigación de estas fiebres. Había tenido su primer contacto como profesional con la fiebre amarilla (otra denominación para una nueva calentura producida igualmente por un mosquito) en 1812, justo un año después de haber terminado sus estudios de medicina en Valencia.
También ahora, con el COVID-19, muchos de nuestros actuales sanitarios no han tenido tiempo para la práctica médica; la inmediatez de la pandemia les ha obligado a ponerse en primera línea apenas terminados sus estudios. A todos ellos dedicamos nuestro homenaje.
Ex-seminarista en San Fulgencio de Murcia, formado como médico en Valencia, donde se licenció en 1811, prestó servicio como tal en el Ejército del Centro, y destacó en la atención a los afectados de fiebre amarilla concentrados en la villa murciana de Fortuna (1812). Concluida la Guerra de la Independencia, después de ejercer como médico titular de Cieza, fue director de los Baños de Archena, cargo del que fue destituido por sus ideas liberales tras la reacción absolutista de 1814. Dos años después escribió un Discurso de la Medicina vindicada, reivindicándola como disciplina científica y por su básica dimensión humanitaria y social, que no subordinada “[...] a los deseos y placeres de los ricos” (pág. 5), según denunciaban sus detractores. En esta época escribió otras varias obras sobre temas de su especialidad.
Durante el Trienio Constitucional de 1820-1823 se dedicó por entero a la política, siendo diputado a Cortes por Murcia en 1822 y teniendo que exiliarse en Francia en el siguiente año. De regreso, en 1827, fue confinado en Extremadura para fijar luego su residencia en Madrid, pudiendo reingresar en 1834 en la Administración pública para desempeñar diferentes cargos, entre los cuales la jefatura política o gobierno civil de varias provincias. En 1847 retornó a Murcia, en cuya Academia de Medicina y Cirugía reingresó como individuo de número (ya lo había sido antes del exilio) y siendo presidente de la misma en 1854-1856, al tiempo que era nombrado director de los Baños de Mula. Destacado militante del Partido Progresista, fue concejal y teniente de alcalde de Murcia durante el Bienio Reformador, reanudando en esa época sus trabajos de investigación y actividad publicista sobre la higiene pública y las epidemias, en particular la del cólera de 1854-1855, durante la cual se afanó en el socorro de los afectados. Individuo de conocimientos universales (ciencias físico-naturales, humanidades, idiomas), mostró especial interés por la Geografía y las Matemáticas que explicó primero en la Sociedad Económica de Murcia y luego, al jubilarse, en la Administración, como catedrático honorífico en el Instituto de Segunda Enseñanza de la misma ciudad. Recibió diferentes reconocimientos y distinciones, entre los cuales la encomienda de Isabel la Católica y el nombramiento de médico honorario de la Real Casa.
Juan Bautista Vilar
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