Palacio de Queluz, Lisboa (Portugal), 19.V.1797 – Palacio de Aranjuez (Madrid), 26.XII.1818
En cuanto se estrenó la fase 1 del desconfinamiento, unos de los primeros lugares a los que deseamos poder volver es a los museos.
Precisamente ahora que el Museo del Prado ha celebrado su bicentenario, echamos la vista atrás para recordar su apertura y homenajear a la reina María Isabel de Braganza cuya acertada decisión le llevó a destinar el edificio de Villanueva, malherido como consecuencia de la francesada, para sede del recién creado Real Museo de Pintura y Escultura. Aguardamos volver a recorrer las salas y comprobar que toda su riqueza artística sigue inmune protegida por su hermosa arquitectura neoclásica.
Era hija del rey Juan VI de Portugal y de la infanta española Carlota Joaquina de Borbón. Su niñez se vio afectada por los graves problemas derivados de la invasión napoleónica de Portugal y en 1807 marchó con su familia a Brasil. Con el propósito de estrechar los lazos familiares y políticos entre la casa de Borbón y la casa de Braganza y sus respectivos países, España y Portugal, se concertaron las dobles bodas de Isabel y su hermana María Francisca con sus tíos, el rey Fernando VII y su hermano el infante Carlos María Isidro.
El Rey era viudo, desde 1806, de su primera esposa María Antonia de Nápoles, con la que no había logrado descendencia, por lo que era necesario buscarle una nueva esposa, para dar sucesión a la Corona. Se hallaba todavía la Familia Real portuguesa en Brasil, cuando se comenzó a negociar el doble matrimonio. La misión fue encomendada a Lardizábal, que se sirvió de Calomarde, de fray Cirilo Alameda y del general Vigodet para llevarla a cabo, sin que el ministro de Estado, Cevallos, interviniera en ella, ya que no era partidario de un acercamiento a la Corte portuguesa.
El 22 de febrero de 1816 se firmaron en Madrid los contratos matrimoniales. A finales de agosto las dos princesas llegaron a Cádiz, donde fueron recibidas con grandes honores y festejos. Las bodas se celebraron, como era costumbre, por poderes, a bordo del navío portugués San Sebastián. La ceremonia estuvo a punto de suspenderse, debido a las noticias que llegaban de América anunciando que los portugueses intentaban recuperar Montevideo. Finalmente, todo se solucionó. Isabel se convirtió así en reina de España, como segunda esposa de Fernando VII. La nueva reina, acompañada de su hermana, entró en Madrid el 29 de septiembre de 1816.
Era una joven mujer de carácter afable y bondadoso, contra la que se suscitaron algunas críticas por no considerarla suficientemente hermosa. Pero demostró ser muy paciente y discreta. Tenía una buena formación cultural y gran inclinación por las artes. Contribuyó decisivamente a potenciar la iniciativa de reunir las obras de arte propiedad de la Corona en un gran museo público, eligiendo como sede el edificio de Villanueva, situado en el paseo del Prado, destinado en principio a la Academia de las Ciencias. Pero la Reina no llegó a ver el proyecto hecho realidad, pues el Museo Real de Pintura y Escultura, el futuro Museo del Prado, se inauguraría el 19 de noviembre de 1819, después de su muerte. Como testimonio del reconocimiento a su labor queda su estatua sedente, obra neoclásica de Álvarez Cubero —actualmente situada en el vestíbulo de la puerta de Velázquez en la entrada oeste del Museo—. El mismo sentido tiene el cuadro pintado por Bernardo López, que representa a la Reina señalando el proyectado museo.
Amó sinceramente a su esposo y llevó mal las infidelidades del Rey, aficionado a salir de noche de palacio para correr aventuras galantes, llegando a producirse algunos enfrentamientos entre el matrimonio por esa razón. En una ocasión, la Reina, advertida por su cuñado el infante don Carlos de lo que sucedía, se enfrentó a su esposo. La escena disgustó a don Fernando, quien, lejos de arrepentirse, culpó a su esposa y a su hermano del incidente. Hubo de mediar la hermana de la Reina, María Francisca, para reconciliar a la familia. Isabel trató de cumplir con su principal misión de Reina, que era dar sucesión a la Corona, pero no lo logró.
Tuvo una hija, María Isabel Luisa, nacida el 21 de agosto de 1817, que vivió pocos meses, pues falleció el 9 de enero de 1818. Volvió a quedar embarazada, pero su segunda hija nació muerta y el mal parto ocasionó también la muerte a la madre. Al no haber dado descendencia al trono, no podía ser enterrada en el panteón real y su tumba se halla en el panteón de infantes del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
María de los Ángeles Pérez Samper
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