Porriño (Pontevedra), 8.I.1874 – Madrid, 26.X.1945
Estos días hemos visto cómo se reconvertían en hospitales espacios que no estaban destinados para ello. Aunque la tipología de edificios sanitarios se inicia en el Renacimiento, es a finales del siglo XIX y principios del XX cuando se va consolidando.
El gran arquitecto Antonio Palacios, que ya había reinterpretado una catedral para convertirla en Palacio de Comunicaciones, resuelve en el madrileño hospital de Jornaleros o de Maudes un edificio en el que lo pragmático y lo simbólico convergen. En su planta y concepción, fusiona el hospital de Santa Cruz de Toledo, obra de Covarrubias, con la disposición de la antigua Cárcel Modelo madrileña que levantaron en La Moncloa los arquitectos Adaro y Aranguren.
La búsqueda de la ventilación y la luz natural, elementos hoy imprescindibles en la arquitectura hospitalaria, serán los puntos de partida para esta magistral obra.
Nació en el seno de una familia relacionada con el mundo de la construcción, ocupando el puesto de benjamín entre siete hermanos. Su padre, Isidro Palacios García y Teruel, natural de Madrid y de ascendencia gallega, se había trasladado a Galicia para trabajar como ayudante de obras públicas en el trazado del ferrocarril, fijando su residencia en Porriño tras contraer matrimonio con Jesusa Ramilo Nieves. De entre sus hermanos, Jesús ejerció como ingeniero y Joaquín como topógrafo. El propio arquitecto explicó cómo el ambiente familiar ligado a las obras públicas incidió en su vocación, si bien llegó a dudar entre la Arquitectura y la Ingeniería tras realizar de forma conjunta los estudios preparatorios de estas dos carreras. En diciembre de 1900 superó la reválida de fin de carrera en la Escuela de Arquitectura de Madrid, realizando un proyecto de palacio arzobispal que obtuvo la calificación de notable, la más alta de la prueba. Entre todos sus profesores mantuvo un especial contacto con Manuel Aníbal Álvarez, a quien llega a reconocer públicamente como su maestro.
Como otros profesionales de la época, completó su formación con viajes por Europa y con la consulta de publicaciones internacionales. En algunos escritos y memorias de proyectos alude a viajes por Francia, Bélgica, Alemania, Suiza, Hungría, Grecia, Egipto, etc., señalando como frecuente la visita a Inglaterra. Las primeras creaciones de Palacios reflejan la atención a referentes diversos y contrapuestos, que van desde la simpatía por el regeneracionismo arquitectónico y consecuente búsqueda de un estilo nacional, al interés por las formulaciones del modernismo vienés que parten de Otto Wagner, pasando por ciertas miradas al mundo anglosajón que se perciben en su arquitectura comercial y después en su peculiar regionalismo y en algunos aspectos de sus propuestas urbanísticas. Su fuerte personalidad creativa, junto a la libertad que le otorgaba la formación ecléctica recibida, le permitió fundir o acumular referencias procedentes de diversos contextos, generando una obra de marcado carácter personal, variada y compleja, que se resiste a someterse a clasificaciones convencionales. Después de suscitar opiniones contrapuestas, existe hoy acuerdo en reconocer la maestría y el oficio de Palacios, la calidad de su trabajo y su poderosa capacidad creativa.
Antonio Palacios es una de las últimas grandes personalidades de la arquitectura española de tradición ecléctica. Tradición que renueva y enriquece en las primeras décadas del siglo XX, en un momento confuso, en el que conviven y se solapan tendencias diversas. Su arquitectura se convierte en emblema, en referente de una nueva imagen urbana, contribuyendo de forma decisiva a transformar Madrid en ciudad moderna y cosmopolita. En una primera etapa formula una arquitectura renovadora que se aproxima a las corrientes internacionales, para posteriormente distanciarse de éstas cuando la vanguardia racionalista proponga la ruptura con el pasado y anuncie la universalización de la forma. Dentro de sus intereses siempre estuvo presente el mundo de la pintura, actividad que practicó en la intimidad, como afirman los que le conocieron y corroboran los cuadros depositados en el Museo de Pontevedra y otros de colecciones privadas. Mantuvo amistad con diversos artistas, en especial con los gallegos Fernando Álvarez de Sotomayor, Francisco Llorens, Bonome, Carlos Sobrino, etc. La atención a los diversos campos de la creación se refleja en su trabajo, buscando la integración de las diversas artes en la arquitectura. Ese interés le lleva a participar activamente en la organización de la primera Exposición Nacional de Arte Decorativo, celebrada en 1911 en Madrid.
Tras intentar obtener en 1901 la plaza de arquitecto provincial de La Coruña, inicia el ejercicio libre de su profesión formando equipo con su compañero Joaquín Otamendi Machimbarrena. Los primeros trabajos se orientan hacia la participación en concursos. En 1902 obtienen un Primer Premio por el proyecto de “Puente Señorial de Bilbao”, redactado en colaboración con los ingenieros Miguel Otamendi y Vicente Machimbarrena. Al año siguiente acuden a la convocatoria del Casino de Madrid, con una propuesta de edificio que es adquirida por esta sociedad junto a otras cinco, tras declararse desierto el concurso. En 1904 reciben una Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes por un proyecto de “Puente sobre el río Urumea” en San Sebastián. El éxito de los dos jóvenes arquitectos se confirma en 1904 con el triunfo en el concurso de proyectos para la construcción del Palacio de Comunicaciones de Madrid. Este edificio (1904-1919) es un primer ejemplo del dialogo entre tradición y modernidad que Palacios establece en gran parte de sus primeras obras. La decoración neoplateresca de cresterías y cuerpos torreados refleja el acercamiento del inmueble a la corriente que pretendía definir un estilo nacional, mientras la búsqueda de funcionalidad, el tratamiento de los espacios, el empleo de materiales nuevos, como el hierro, en una función expresiva y estructural, etc., lo sitúan en la modernidad de su tiempo, reflejando la influencia de la arquitectura centroeuropea, en especial la de Otto Wagner. El contacto con el tradicionalismo arquitectónico se restablece más tarde a través de su acercamiento al regionalismo. Sin embargo, esta primera gran obra madrileña indica con claridad como la relación con esa tendencia se fundamenta en una creación de carácter personal que huye de fáciles mimetismos del pasado. La monumentalidad del edificio de Correos evidencia otro de los rasgos definitorios de la producción de Palacios, que siempre persigue convertirse en emblema del medio urbano en el que se implanta, marcando, en este caso, la imagen de la plaza de Cibeles. Esa intencionalidad aparece incluso en la obra gallega situada en ambientes menos cosmopolitas, convirtiéndose en símbolo de villas como Porriño, Panjón (Nigrán), Carballiño, etc.
En 1908, por encargo de Dolores Romero y Arano, Otamendi y Palacios proyectan el Hospital de Maudes o de Jornaleros (hoy sede la Consejería de Obras Públicas, Urbanismo y Transporte de la Comunidad de Madrid). No será la primera vez que Palacios se sitúe bajo el amparo de un poderoso filántropo para lograr llevar a cabo sus propuestas. El antiguo Hospital, que mantiene ciertas relaciones con el edificio de Correos, es la primera muestra de una arquitectura altamente creativa que Palacios propone para ambientes situados fuera del centro cosmopolita de la ciudad y que alcanza un gran desarrollo en Galicia. Se construye (1908-1916) en lo que entonces era periferia de Madrid, adoptando un nuevo tratamiento plástico de las fachadas, caracterizado por la presentación ruda de la piedra, la depuración de la ornamentación y la inclusión de la cerámica, que en este caso fue elaborada por Daniel Zuloaga. El tratamiento tosco y bruto de la piedra, aún contenido en este hospital, alcanzará una gran virulencia expresionista en sus últimas obras regionalistas en Galicia. En la búsqueda de luz y ventilación, la planta del hospital se aproxima en su disposición al panóptico carcelario. Algunos autores señalan una posible mirada a la planta de los hospitales renacentistas de Santiago de Compostela, Toledo y Granada, si bien Palacios, en un artículo publicado en 1925 sobre el edificio santiagués, recomendaba transformarlo en hotel, indicando las escasas posibilidades que ofrecía su diseño como hospital. La iglesia se desplaza a un lateral, singularizándose en el exterior por esquematizados cuerpos torreados y en el interior por un rico tratamiento de las vidrieras y por la presencia de una original cúpula de nervaduras metálicas y plementería de cristal. Este tipo de cúpula la propondrá Palacios para el Pabellón de la Fuente de Mondariz y para el templo de Panjón, si bien las dificultades de la construcción impusieron otro tipo de soluciones.
El inicio de estas grandes obras facilita el encargo de nuevos proyectos en Madrid, manteniéndose en ellos un lazo con un eclecticismo cosmopolita de acentos franceses. A esta etapa pertenecen las casas de las calles Humilladero, n.º 28 (1904) y Marqués de Villamejor, n.º 3 (1906), el desaparecido palacete de Leopoldo de la Maza en la Castellana (1907), la casa de Demetrio Palazuelo (1908) en Alcalá, n.º 54, los talleres del Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI) (1908), etc. El trabajo de Palacios en Galicia comienza en Porriño, su pueblo natal, con los proyectos (1904) de la Fuente del Cristo y de la desaparecida escuela Fernández Areal, en los que ya muestra la predilección que sintió por la cerámica, incorporando en los dos casos detalles ejecutados por Daniel Zuloaga. La referencia centroeuropea aparece de nuevo en el Pabellón de Recreo (1908) de la Alameda de Santiago de Compostela, donde de forma atemperada introduce una serie de decoraciones modernistas de raíz vienesa, manteniendo en la composición un esquema tradicional ecléctico. Entre los primeros trabajos que se quedan en el papel se encuentra el de un Club Náutico para la ciudad de Vigo, diseñado en 1907 en colaboración con Otamendi. Los dos arquitectos trazan una serie de importantes proyectos para el balneario de Mondariz (Pontevedra) entre 1908 y 1910, optando por un marcado clasicismo de aire palladiano en el Pabellón de la Fuente y por un eclecticismo más convencional en la antigua planta de embotellado, el edificio de Correos y Telégrafos y en los inmuebles (hoy transformados en hotel) de La Baranda y del Hotel-Sanatorio. Un carácter más renovador y moderno evidencia la “Botica Nova” (1909), diseñada por Palacios para su hermano José, farmacéutico en Porriño. Es una obra que sorprende por su elegancia, sencillez y ausencia de ornamentación, anticipándose a soluciones posteriores en el tratamiento redondeado del chaflán. En otras ocasiones Palacios dará muestras de la versatilidad de su arquitectura, como se comprueba en el Sanatorio de la Fuenfría (1917) en Cercedilla (Madrid).
Con el proyecto del monumento de la Virgen de la Roca (1909) de Bayona (Pontevedra), Palacios inicia en su tierra la búsqueda de una creación de marcado acento personal, plena de referencias simbólicas. En este caso, la colosal estatua granítica, además de simbolizar a la Virgen como protectora de los hombres del mar, alude al hecho de ser Bayona el primer puerto europeo en el que se tuvo noticia del descubrimiento de América con la arribada de La Pinta. La parte del rostro y las manos fue realizada en mármol por Ángel García Díez, escultor que trabajó con Palacios en las primeras grandes obras madrileñas y colaboró en un proyecto de Monumento a las Cortes de Cádiz que el arquitecto presentó a concurso en 1912. Palacios buscó en su tierra la libertad que otorga la presencia de un poderoso filántropo o la de colectividades que asumieran por suscripción popular la financiación. Llegó incluso a incentivar la ejecución realizando gratuitamente muchos de los proyectos, si bien la grandiosidad de sus concepciones provocó que algunos quedaran en el papel y otros se ejecutaran parcialmente. El monumento de la Virgen de la Roca retrasa su inauguración a 1930, quedando sin ejecutar una serie de mosaicos de cuarzo que le darían al conjunto una entonación blanca y un mayor acento modernista. A esta primera etapa pertenecen también la residencia de Joaquín Escoriaza en Fuenterrabía (Guipúzcoa) y la de la condesa de Fuenclara en Pedrosillo (Ávila) y la central eléctrica de Mengíbar en Jaén.
En 1910 Otamendi y Palacios proyectan para Madrid el Banco Español del Río de la Plata (hoy Instituto Cervantes) de la calle Alcalá. Una propuesta de renovado eclecticismo clasicista que supone el arranque de una nueva arquitectura comercial con la que Palacios alcanza un gran prestigio, influyendo en estos años en muchos de sus compañeros. La inauguración de este edificio en 1918 y la del Palacio de Comunicaciones en 1919 cierra el ciclo de las primeras grandes obras madrileñas, cesando la relación profesional con Otamendi, al asumir éste el cargo de arquitecto de Correos. De esta nueva propuesta urbana de Palacios son ejemplo los edificios de la calle Cedaceros, 6 (1913), el paseo de la Castellana, 28 (1914), calle Velázquez, 100 (1915) y calle Goya, 41 (1918), casas comerciales Palazuelo (1919) en la calle Mayor, 4 y Matesanz (1919) en la Gran Vía, 27, antiguo Hotel Avenida de la Gran Vía (1921), etc. En este tipo de edificio repite, con variaciones, el esquema de depurado clasicismo probado con éxito en el citado banco. El bajo y el entresuelo actúan ahora de basamento, mientras el tramo central de la fachada es recorrido por un orden gigante y la última planta funciona como falso entablamento, aprovechándose la disposición clásica de las metopas para abrir vanos. Las columnas o pilastras gigantes se sitúan sobre grandes paños acristalados o bien delimitan el espacio de miradores tipo oriel-window. Una nueva contribución al cambio de fisonomía de Madrid, que refleja la mirada de Palacios a la arquitectura americana derivada de la Escuela de Chicago.
El estudio del entorno en el que se implanta su obra le conduce a propuestas más convencionales, como sucede en el Teatro García Barbón de Vigo (1911-1927, hoy Centro Cultural Caixanova). Para la fachada principal toma como referente la Ópera de París de Charles Garnier, un modelo ya probado con eficacia en otras ciudades, que armonizaba con el pétreo eclecticismo de acentos franceses característico del ensanche vigués. La distribución interior es compleja, adaptando Palacios el edificio a varias funciones: cinematógrafo, casino, teatro, etc. El suntuoso tratamiento de las fachadas graníticas esconde otras soluciones novedosas en el interior, como el empleo de una estructura de hormigón, en la que destacaba la presencia de una atrevida cúpula nervada que cubría el cinematógrafo inferior y actuaba de soporte de todo el teatro. En 1917 es nombrado arquitecto del Metro de Madrid, encargándose del diseño de los pabellones y accesos exteriores, de la línea decorativa de las estaciones y de los edificios auxiliares de la compañía, como las subestaciones eléctricas (1924) de Pacífico, Quevedo y barrio de Salamanca. Los accesos exteriores más importantes quedaban definidos por una potente balaustrada pétrea y un pilar con el logotipo del nuevo medio de transporte, empleándose en el resto barandas de hierro. Destacaba la modernidad del desaparecido templete de acceso de la Puerta del Sol, concebido como un gran objeto de hierro y cristal. En Porriño se conserva el sobrio pabellón de la Gran Vía, si bien en su traslado perdió la marquesina de hierro y cristal que definía parte de su silueta. Estas primeras obras reflejan la atención que Palacios presta a las posibilidades expresivas de los materiales. Entre ellos sintió una especial predilección por el granito, optando según las necesidades de su ecléctica arquitectura por una gran variedad de presentaciones, que van desde un virtuoso labrado al rudo brutalismo de la piedra sin trabajar. La investigación con este material le llevó a descubrir las posibilidades de los granitos de su pueblo natal de Porriño, hoy de fama internacional en sus variedades gris y rosa. Este tipo de granito, que no era empleado en la suntuosa arquitectura ecléctica de la época al impedir su dureza el labrado, fue utilizado por Palacios con una presentación pulida en algunas de sus obras gallegas y madrileñas. La cerámica fue otro material al que le prestó gran atención a lo largo de toda su creación, estado muy presente en la decoración de las estaciones del Metro. No pasaron inadvertidos materiales modernos, como las losetas de cristal de pavés, que además de en la edificación urbana, emplea con gran originalidad en obras regionalistas como los templos de Panjón (Pontevedra) y Carballino (Orense).
La arquitectura de vocación metropolitana de Palacios tiene un punto culminante en el edificio del Círculo de Bellas de Madrid (1919-1926), obra que, conservando el depurado clasicismo de sus edificios comerciales, acumula una serie de volúmenes escalonados y superpuestos, acercándose al ámbito del art déco. El interior es complejo y rico en soluciones, resolviendo con maestría el arquitecto la dificultad de compaginar las variadas funciones que debía asumir el inmueble. La obra estuvo rodeada de polémica, al ser eliminado el proyecto del concurso por exceder las alturas permitidas, para ser posteriormente elegido por votación de los socios del Círculo. En 1922 es elegido numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, leyendo su discurso de ingreso en 1926. Fue también miembro de la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y de la de San Telmo de Málaga. A lo largo de estos años desempeñó cargos como el de presidente de la Sociedad Central de Arquitectos y de la sección de arquitectura del Círculo de Bellas Artes, arquitecto jefe del Ministerio de Fomento, vocal de la Junta de Urbanización del Ministerio de Gobernación, etc. Ejerció como profesor interino de la Escuela de Arquitectura de Madrid en las materias de Modelado y Proyectos de Detalles Arquitectónicos y Decorativos, abandonando definitivamente la docencia en 1916, tras presentarse a unas polémicas oposiciones para cubrir la plaza de esta última asignatura. Por sus trabajos fue nombrado hijo predilecto de Porriño y adoptivo de Villagarcía de Arosa, Málaga y Vigo, recibiendo en esta última ciudad también el título de arquitecto honorario. En estos años deja todavía en Madrid importantes obras como el desaparecido Hotel Florida (1922), inmuebles de las calles Viriato, n.os 20 y 22 (1923) y Alcalá, n.º 139 (1924), etc.
En la segunda mitad de la década de 1920 comienza a producirse un cambio de sensibilidad en la cultura arquitectónica española, que cristaliza hacia 1927 con las primeras obras de la Generación de 1925 y culmina en 1930 con la creación del Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para la Arquitectura Contemporánea (GATEPAC). En ese contexto, Palacios se mantiene en una evolución personal de su arquitectura, sin asumir los postulados racionalistas. Con el proyecto no construido de la sede de la Sociedad de Autores (1923) define un nuevo esquema compositivo, que concreta en el Banco Mercantil e Industrial (1935-1945) de la calle Alcalá, organizando la fachada con un destacado arco de triunfo que acoge un poderoso mirador. Para la ciudad de Vigo proyecta en 1941 la Banca Viñas Aranda, un tardío ejemplo de sus afamados edificios comerciales, en el que el sobrio clasicismo se enriquece ahora con el empleo de columnas dóricas recubiertas de cerámica de reflejos metálicos. Si bien la actividad profesional se centró en Madrid y Galicia, Palacios ejerció puntualmente en Málaga, ciudad en la que pasó temporadas de vacaciones con su esposa, la andaluza Adela Ramírez. Entre sus obras se encuentra el edificio de la calle Císter, n.º 19 (1927), un asilo infantil (1930) y el panteón de la familia Sáenz Calvo (1930) en el cementerio de San Miguel. En esta ciudad intentó también llevar a cabo sus propuestas urbanísticas, trazando un proyecto de reforma de la calle de la Alcazabilla (1927-1931).
Antes de finalizar la década de 1910, Palacios orienta una parte de su producción hacia un regionalismo de contenidos galaicos, fruto de su acercamiento al ambiente de potenciación de la cultura gallega que impulsa la generación Nós. Su aproximación al galleguismo se efectúa desde una posición nostálgica y emotiva, nunca militante. Mantiene amistad con personalidades de este movimiento como Paz Andrade, Castelao, Cabanillas, Otero Pedrayo, etc., llegando a participar en algún acto de promoción de la cultura propia. Su acercamiento a la estética regionalista deriva en gran parte del interés que sintió por la pintura y la escultura, integrándose en el grupo de artistas que buscaban definir un “arte peculiarmente gallego”. En 1912 dirige en Madrid los trabajos de instalación de la primera exposición colectiva de Arte Gallego, llegando a presentar un cuadro suyo al certamen. Después, al lado de su compañero Rafael González Villar y de los pintores Álvarez de Sotomayor y Llorens, está presente en la organización de las exposiciones de Santiago de Compostela (1923) y La Coruña (1917 y 1923). En ese ambiente de exaltación de lo vernáculo y de afirmación de unas señas de identidad propia encuentra Palacios la posibilidad de dar salida a algunas de sus creaciones más originales. En 1918 traza el proyecto del templo de la Encarnación de Celanova (no construido) y en 1919 el del edificio del Ayuntamiento de Porriño, las dos primeras propuestas de un regionalismo de contenidos propios que se definen en Galicia. A esta primera serie pertenece también la Central Eléctrica del Tambre (Noya), que exhibe el carácter rudo y primitivista que caracteriza a esta parcela de la creación de Palacios, ya que el edificio de Porriño fue concebido con una virtuosa y detallada ornamentación al carecer de grandes perspectivas de contemplación. Palacios trata de enlazar con un pasado mitificado, acercándose de una forma imaginativa a las técnicas constructivas tradicionales y a los estilos medievales, en especial al románico de transición, al que considera de genuina expresión en Galicia. La búsqueda de contenidos para esta arquitectura le lleva a recorrer la geografía gallega estudiando sus monumentos, reflejándose esta actividad en algunos de los artículos que publica en la prensa gallega. Si bien su singular propuesta neomedieval no tiene seguidores, su gran prestigio favorece que otros arquitectos se sumen al regionalismo, introduciendo en Galicia esta vía de expresión, que triunfa con una opción neobarroca de la mano de Manuel Gómez Román.
El particular regionalismo de Palacios no contradice la voluntad metropolitana del resto de su creación, ya que sólo lo consideró válido para los ambientes alejados del centro cosmopolita de la ciudad. Una parte está dominada por la temática religiosa, si bien muchos proyectos quedaron en el papel, como el del ambicioso templo de la Paz (1930) del monte de la Guía de Vigo. El templo del Mar de Panjón (1932-1937) refleja la poética de Palacios en este tipo de obras, en las que se ve libre de condicionantes. Exhibe en el exterior un expresionismo primitivista derivado de la presencia de recios volúmenes y del empleo del granito tosco. Una mítica catedral fortaleza que en el interior se enriquece con una cúpula califal de nervios cruzados y una amplia serie de decoraciones de mosaicos realizados con fragmentos de azulejo con la técnica del trencadiç, ya utilizada de forma contenida en el hospital de Maudes, la “Botica Nova” y el Metro madrileño. De nuevo se comprueba la capacidad de Palacios para fundir diversas referencias en una obra que esconde la poética del pintoresquismo tardío, lecturas fragmentadas de Ruskin, miradas a la obra de Richardson o Gaudí, etc. Al maestro catalán lo llega a destacar públicamente como la gran figura de la arquitectura española de su tiempo. El lenguaje regionalista definido por Palacios alcanza una gran virulencia expresionista en las últimas obras, como muestran los ciclópeos muros graníticos de la parte construida del Monasterio de la Visitación de Vigo (1942-1945) y la acumulación de recios volúmenes en la iglesia de la Veracruz de Carballino (1943), que acusa al exterior toda la complejidad de su planta. Quedaron en el papel los proyectos de la parroquial de San Francisco de Santander (1940), iglesia del Monasterio de la Visitación (1942), ampliación del Santuario del Mar de Panjón (1942), San Fausto de Chapela (1944), etc. Este lenguaje se incorporó a las propuestas de vivienda unifamiliar de las zonas residenciales y obreras. En su definición recoge referencias de la arquitectura popular y abandona la alusión historicista erudita. El substrato pintoresco que anima estas construcciones y la mirada a las diversas variantes del cottage inglés, afloran en la incorporación de algún detalle formal como los galleguizados miradores tipo bay-window de los chalés de Sileno y Celso Méndez en Playa América (Nigrán).
El urbanismo fue otra de las parcelas a las que Palacios le dedicó una gran cantidad de energías y tiempo. Sin embargo, fue el campo de su actividad que menos satisfacciones le produjo, ya que sus concepciones quedaron en el papel. En el año 1919 concreta por iniciativa propia anteproyectos para la ciudad de Vigo y para la reforma de centro urbano de Madrid. En Vigo presenta públicamente ese mismo año sus propuestas, iniciando una auténtica campaña de promoción mediante conferencias y artículos, que concluye en 1930 con el encargo oficial de la planificación de la ciudad. En 1922 concreta un plan parcial para Villagarcía de Arosa. Presenta también una propuesta de reforma de los accesos a las Catedrales de Orense (1927) y Santiago de Compostela (1932). Para esta ciudad ya había trazado la barriada obrera de la Espiñeira (1930), en la que definía varios modelos de vivienda ligados a su peculiar regionalismo. En 1932 concluye la redacción el plan de Extensión y Reforma Interior de Vigo, ciudad a la que soñó ver convertida en la “Barcelona del Atlántico”. El proyecto vigués era novedoso en su carácter supramunicipal, pretendiendo regular toda el área de influencia de la ciudad, por lo que creaba veinte ciudades-satélites en su contorno. En la planificación intentaba conciliar conceptos modernos como la zonificación con otros más tradicionales en los que primaban los criterios estéticos ligados a Camilo Sitte, estando también presentes las propuestas anglosajonas que parten de Ebenezer Howard. El propio Palacios indicaba su criterio, afirmando que entre Le Corbusier y Camilo Sitte debía optarse por un término medio, siguiendo a Raymond Unwin. El proyecto, después de ser aprobado en 1934, generó una gran polémica, quedando definitivamente anulado en 1937. Para Madrid realiza por iniciativa propia durante la etapa de la Guerra Civil una serie de estudios urbanísticos: Reforma Interior y Extensión de Madrid, Reforma Interior de Madrid (Zona Central) y proyectos de Nuevo Salón del Prado y Gran Vía Aérea sobre el Manzanares.
José Ramón Iglesias Veiga
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