Valparaíso (Chile), 10.IV.1841 – Madrid, 6.II.1882
Adolfo Rivadeneyra nació en Chile porque su padre, Manuel Rivadeneyra, había marchado a tierras americanas para conseguir fondos con que desarrollar su monumental Biblioteca de Autores Españoles. A los siete años regresó con su familia a España, y se formó en el Colegio de Masarnau y en el Seminario de Vergara.
Su padre pretendía de él una amplia formación en lenguas (llegaría a manejar once) y cuando en diciembre de 1863 solicita ser admitido como joven de lenguas en un destino de Levante, maneja ya cinco lenguas vivas y la latina.
Su carrera diplomática se desarrolló siempre en destinos orientales. Es admitido como joven de lenguas en el Consulado General de Beirut y, además de aprender árabe en el convento de Ain-Warka, dirige en dos períodos, de forma interina, el Consulado de Jerusalén. El 26 de enero de 1867 es nombrado vicecónsul en Beirut, cargo que desempeña hasta que el viceconsulado cesa su actividad el 30 de junio de 1867. Su siguiente destino es Ceilán, donde se crea un viceconsulado con residencia en Colombo, y se le nombra a él para dirigirlo el 25 de noviembre de 1867, cargo que desempeña hasta que es trasladado por el Gobierno Provisional a Damasco, el 25 de noviembre de 1868. En este destino se mantiene hasta que el 22 de agosto de 1870 participa haber conocido su cesantía. Su siguiente destino será Teherán, en un viceconsulado de nueva creación que pretende explorar las posibilidades comerciales con aquel país, y que desempeña, tras los preparativos previos y el viaje, desde el 11 de abril de 1874 en que toma posesión, hasta que el 9 d noviembre de 1875 viene suprimido.
Posteriormente será nombrado Cónsul en Singapur (9 de diciembre de 1878), pero diez días después lo será nombrado en Mogador (Marruecos), donde llega el 8 de enero de 1879, cargo que desempeña hasta que el 1 de noviembre de 1879 cesa en sus funciones.
Siendo éste el último de sus destinos. Por méritos de esta carrera diplomática se le nombró Caballero de la Orden de Carlos III, y recibió del Gobierno persa la Cruz del León y el Sol de tercera clase.
Fruto de su actividad diplomática son los dos libros que escribió: Viaje de Ceylan a Damasco. Golfo Pérsico, Mesopotamia, Ruinas de Babilonia, Nínive y Palmira, y Cartas y artículos sobre la Siria y la Isla de Ceylan; que narra el fabuloso recorrido que realizó para trasladarse de un destino a otro, a lo que une una serie de cartas descriptivas enviadas previamente. Y Viaje al interior de Persia, en el que cuenta todos los estudios que realizó desde Teherán sobre el país, y el recorrido que por un año le llevó a recorrer Irán en cumplimiento de la misión encomendada. Estos libros no son sólo literatura de viajes, que también, sino que incluyen todo tipo de estudios, entre ellos los orientalistas, ciencia que está naciendo en Europa contemporáneamente y que Rivadeneyra no sólo está introduciendo así en España, sino que está participando de la misma con sus investigaciones.
Además de estos trabajos, Adolfo Rivadeneyra participaba activamente en el desarrollo cultural español, de muy distintas formas, fue por ejemplo uno de los impulsores de la Sociedad Geográfica de Madrid, de la que fue secretario y su primer conferenciante, y fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Fue él el encargado de terminar la obra de su padre, la Biblioteca de Autores Españoles, cuya dirección tomó desde el tomo LXIV, y en el tomo LXXI, el último, redactó una Noticia biográfica del mismo.
Además de otros servicios al Estado y al desarrollo cultural español, donó o vendió colecciones que aún hoy son importantes en el Museo Arqueológico Nacional, y donó al Estado el cuadro de Pellicer: Entrada del Gobernador del Arabistán y del vicecónsul en Dizful, el mejor recuerdo de su aventura más importante, su viaje por Irán.
Fernando Escribano Martín
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