Anteayer fotográfico zaragozano
Ajetreo matinal. Un grupo de mujeres, una de ellas con un canasto en la cabeza, conversan animadamente en una esquina junto a la escalera, quizás, del farolero. El consumero, el funcionario encargado de cobrar los arbitrios y tasas de los productos que entran a la ciudad, parece más interesado en observarlas que en el paisano que pasa por delante de su garita empujando un carro.
A la derecha, un grupo de arrieros tocados con pañuelo en la cabeza conducen sus acémilas y sus correspondientes cargas a sus destinos al otro lado del Ebro. La gente viene, la gente va, sola o en pareja, a sus diarios quehaceres. Alguno, incluso, parece no tener más faena que dejarse llevar por los colores, los olores y las formas de la ciudad.
La escena se desarrolla en el entorno de una de las cuatro puertas de la antigua Zaragoza romana, la orientada al norte. Hasta 1868, fecha de su desaparición, se la conocería con varios nombres, siendo “la del Ángel (custodio de la ciudad)” el último de ellos. De haber podido captarla el fotógrafo, veríamos sus tres vanos (el central, más amplio, para el paso de los carruajes y las mercancías y los laterales para las personas) justo a la izquierda de la imagen, entre los edificios del seminario conciliar de la ciudad (hoy “casa de la Iglesia” y sede de Cáritas Diocesana) y las “Casas del Puente”, en la actual desembocadura de la calle de Don Jaime I en el paseo de Echegaray y Caballero.
Las mencionadas "Casas del Puente" (el edificio con ventanas enrejadas en su zona baja y dos plantas balconadas que preside la imagen) eran la sede de la Casa Consistorial de Zaragoza. Sin ningún valor artístico, se encontraban adosadas a la fachada norte de La Lonja y desaparecieron de nuestro paisaje urbano en 1915 tras ser declaradas en ruina y trasladarse el gobierno municipal a la plaza de Santo Domingo tres años antes. Sobre su solar se establecería después un espacio ajardinado con una coqueta fuente octogonal que respondería, como no podía ser de otro modo, al nombre de “Jardines del Ángel”.
Prolongando nuestra vista hacia la derecha del edificio municipal nos encontramos con varios carros aparcados junto a una verja; los propietarios de los primeros seguramente estarían alojados en la posada “de los Reyes” y la segunda pertenece a la casa-palacio del marquesado de Ayerbe, construida en el siglo XVI, ampliamente reformada en el XVIII, centro de las mejores veladas y fiestas de la crème de la crème de la ciudad durante el XIX, y finalmente piqueteada en mayo de 1942, cuyas fachadas no podemos ver por encontrarse retranqueadas con respecto a la del Ayuntamiento.
Al fondo, la inconfundible silueta de un templo de Nuestra Señora del Pilar que por aquel entonces contaba con tan solo una torre, la suroccidental o “de Santiago”, culminada pocos años antes, en 1892, con la colocación de un chapitel de cobre de cuarenta toneladas de peso fundido en la factoría “Averly”; y el “Colegio de Infantes”, la sede de la popular escolanía infantil de la catedral.
Finalmente, en el lado derecho, confíen en mi palabra aunque no la vean, donde el grupo de arrieros, está la embocadura del medieval y varias veces remendado puente de Piedra, flanqueados sus dos pretiles pétreos por sendos “leoncitos” en posición de descanso, elementos éstos que perdería en 1907 con la reforma que le dotó de aquellas aceras y barandilla metálica que aún recordamos los que somos algo más que millenials.
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